Solamente con ellas, con todas mis fuerzas, será posible doblegar los recuerdos, aquellos que aparecen, que surgen. Y la única manera de hacerlo es enfrentarlos. Cómo? pues estoy aprendiendo. Y un ejemplo de ello es hacer de los lugares compartidos, lugares nuevos, míos. Pasar o pasear por ellos con otra mirada, con otra admiración.
Empecé hace una semana, el domingo pasado, cuando retomé mi bicicleta. Mi último paseo fue por la mañana, antes de la terrible noche de su partida. Pasaron más de cuatro meses, para poder enfrentar por mí misma, los escenarios y paisajes compartidos. Esta vez los impregné de mí. Al viento, a velocidad, y con cámara en mano, me lancé a cambiarlo todo. Lo cambié en mi sentir, en mi mente, en mi corazón.
No es fácil, pero hay que intentarlo, si no lo hago y me quedo inmóvil, nunca tendré la libertad de volver a pasar por los mismos lugares, y eso no es posible. Como esta tarde de sábado, salí porque hoy ha sido un día difícil, la soledad se hizo casi insoportable en casa, y necesitaba irremediablemente pasear, correr, sentir el viento...fui por mi bicicleta.
Mientras recorría las calles, el malecón, e iba contra el viento frío de la tarde noche, venían a mi mente los recuerdos, como flashes, junto con ellos las lágrimas. Y con gran esfuerzo los hacía a un lado, cada vez que se hacían presentes. Ellos no iban a detenerme, tenía que seguir adelante, como una carrera personal, con bajadas y rampas inclinadas, tenía que seguir pedaleando....así como seguir viviendo, a pesar del dolor.
Y así con todas mis fuerzas, lograré superar esta experiencia de amor y dolor. Y aprenderé a transformar todo este amor, que aún me desborda, en mi propia fuerza.
Una tarde de mar calmo, una tarde de primavera que da buenos augurios del verano que se aproxima. Así es la vida, o no?
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