domingo, 2 de octubre de 2011

Como el río que fluye

Así es como se está dando mi vida cada día que pasa. Y no es fácil, porque las ataduras son fuertes. Sin embargo, lo estoy intentando, y cada vez más me estoy soltando, para dejarme llevar.

El río fluye, pero también erosiona, deja marcas a su paso a lo largo del tiempo, los valles, las quebradas son consecuencia de su paso. Hubo un tiempo donde las aguas eran tan abundantes que corrían con gran fuerza,  modelando el paisaje, haciéndolo profundo donde la tierra es abrupta. Pero donde la tierra es amplia, se crean las grandes llanuras. Y en cada uno de esos casos, el río deja a su paso las rocas más pesadas, llevando consigo las más pequeñas hasta desembocar en el mar.

Creo que la vida es igual, y solamente hay que dejarla fluir. Y ese fluir puede ser torrentoso o no, se lleva consigo las cargas, rocas o  piedras, y en determinado momento las deja en el camino y sigue adelante. Las cargas son aquellas cosas que no nos permiten respirar, recuerdos, añoranzas que muchas veces no nos dejan avanzar.

Así como ese paisaje, modelado por el río, por la vida, somos nosotros. Cada uno de nosotros modelados por nuestras experiencias, por lo que aprendemos de ellas. De acuerdo a  la fuerza con la que avanzamos, así como el río tormentoso arrastramos con nosotros nuestras cargas, pero cuando el río está en calma y solamente fluye, es similar al momento que encontramos la paz, el equilibrio, es cuando somos capaces de dejar en el camino nuestras cargas más pesadas.

Quiero encontrar esa paz, ese equilibrio, dejar atrás mis temores, dejar atrás los sentimientos que me atan todavía a tí, a pesar de haber sido mi vida. Ya no hay caso si yo ya no soy parte de tu vida. Cuando logre el equilibrio, entonces podré seguir mi camino.

Siento que mi vida se está orientando en esa dirección, a golpes de razonar, a golpes de entender que soy yo primero. Nuevas rutas, nuevos retos.

Acaso lo más difícil ya está pasando? Creo que sí, estoy remontando del fondo.

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